Las personas utilizamos solo un 7% el lenguaje oral, el
93% restante lo
transmite el cuerpo.
El arte de interpretar otras vidas, otras personas, es una tarea tan dura como bella en la que hay que
conseguir en la medida de lo posible, bordar el personaje, pues
aunque exista una técnica, también ha de ser una carrera muy vocacional.
El
encanto y la magia de transportar a los espectadores a un mundo paralelo, creando
sentimientos y emociones, como por ejemplo, rabia, tristeza, felicidad, caos, angustia,
etc. Lleva al espectador a creerse el personaje ¡lo vive! e incluso, dependiendo
de la sensibilidad de cada persona, se puede llegar a palpar esa realidad “fingida”
que se transmite por medio de la interpretación y que en aquel momento se siente tan real.
Para llegar a ese estado, juega con nosotros un factor
importante, la psicología de la comunicación, ya qué es una forma de
trasmitir información y conocimiento por medio del arte de interpretar, en este
proceso el actor y el espectador se prestan para recrear una realidad que es
ficticia.
Ahora bien, cómo se gesta el personaje que posteriormente
el actor habrá de encarnar? Este proceso es tan interesante y profundo como delicado
y depende en gran manera de las técnicas que se utilicen a la hora de encontrar
el personaje.
Entre varias, destacamos las dos más importantes:
Método Chekhov: trabaja la memoria psicofísica/sensitiva. Se utiliza
a través del cuerpo y de la imaginación a la hora de crear el personaje es
decir, el “Gesto Psicológico” que consiste en realizar un movimiento físico
que exprese la psicología (pensamientos, sentimientos y voluntad) del personaje
a interpretar.
Método Stanislavski: trabaja la memoria emotiva. A la hora de crear el personaje el actor tiene que recordar sentimientos de su
pasado para de esta forma recrearlos y llevarlos al personaje. Es un método muy
eficaz e inmediato, pero altamente dañino. Puesto que esta técnica termina
haciendo mella en el actor a nivel emocional e incluso mental.
Este último método, es tan rápido como peligroso, ya que
el actor debe tener muy clara la diferencia entre su persona y el personaje que
interpreta, y asimismo, sus emociones.
Es así, como en determinados casos, ha habido actores que
no han sabido discernir sobre el personaje que interpretan y ellos mismos,
puesto que seguramente a la hora de crear el personaje han tirado de recuerdos
propios, mezclando sentimientos y emociones trasladándolas al personaje, lo que
les ha costado distinguir entre los dos, generándoles una crisis de identidad. En
pocas palabras, se llevan el personaje a su casa.
Johnny Weissmuller: interpretó por primera vez a Tarzán. Y terminó creyéndose por completo que él era Tarzán, imitando el famoso grito todo el tiempo dentro y fuera de escena.
Marlon Brandon: quien en mitad de la obra “Un tranvía llamado deseo” salía corriendo del escenario semidesnudo porque necesitaba hablar con su psicólogo.
Head Ledger: quien decía que su personaje Joker/ el Guasón, villano y enemigo Batman, no le dejaba dormir.
Jack Gleeson: dejó la interpretación porque su personaje
le podía en la vida real, llegando incluso a sentirse repudiado por las
personas cuando salía a la calle, por la interpretación que hizo en la famosa
serie, Juego de Tronos.
Películas ambientadas
en estos casos.
Protagonizada por Natalie Portman
Eva Latonda y Macu García, quienes llevan 20
años en el mundo de las artes escénicas y actualmente son profesoras de teatro
en el Centro Universitario Villanueva, relatan a este blog cómo se vive este
mundo.
Afirmando que, "el ser humano puede llegar incluso a
modificar su manera de actuar y pensar de forma considerable a partir de presenciar
una buena y potente actuación".
También coinciden, en que "es prácticamente imposible no llevarse
el trabajo a la vida diaria. Observar cómo se comportan las personas y
descifrar a través del lenguaje corporal y facial, qué se esconde tras las
palabras, cómo se sientan, cómo miran, qué hacen con las manos".
Natalia Dávila
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